Júbilo por develación de la réplica de la Virgen del Perpetuo Socorro


Llegó el momento en que por primera vez nos sentiremos mirados por la Virgen y la podremos mirar nosotros a ella”.


Con esta proclamación y con el sonido de la trompeta y los aplausos, se celebró hoy la develación de la réplica del ícono original de la Patrona de la Diócesis de Arecibo, en el Santuario Diocesano Virgen del Perpetuo Socorro en Quebradillas.
“Tu perpetuo socorro, dulcísima María, venimos este día humildes a implorar”, entonó el coro.
La Misa fue presidida por el Obispo de Arecibo, Monseñor Daniel Fernández Torres, y contó con la presencia de delegaciones de los 58 templos de la Diócesis arecibeña.
Todo comenzó con el rezo del Santo Rosario. Le siguió un relato histórico de la Imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro, conocida por los milagros realizados bajo esta advocación. En él, se mencionó cómo varios Papas han acudido a la Virgen del Perpetuo Socorro, incluso para pedir que socorra a los niños de Rusia del hambre. Destacó que grandes santuarios la veneran permanentemente en diversos lugares del mundo. La Congregación para el Culto Divino en Roma estableció a la Virgen del Perpetuo Socorro como Patrona de la Diócesis de Arecibo. El día de su festividad en el 2019, se erigió canónicamente el Santuario y al año siguiente 2020, se inauguró el Santuario en Quebradillas.
El Obispo de Arecibo, Monseñor Daniel Fernández Torres, destacó que la réplica de la imagen tardó aproximadamente un año en llegar a Puerto Rico, desde que salió de la casa del pintor al que se le ordenó, por lo que opina que no se trata de una coincidencia, pues fue la Providencia Divina quien dispuso que la develación se realizara en el aniversario de la inauguración del Santuario y como cierre del Mes del Rosario.
“Que alegría sin duda ha sido el develar hoy este icono del Perpetuo Socorro. Hemos quitado el velo que cubría su rostro y ahora podemos contemplar su belleza”, exclamó el Obispo.
Durante la homilía, explicó que después del encuentro con Dios en la montaña, a Moisés le quedaba tan resplandeciente su rostro, que se lo cubría con un velo. Ningún profeta había sido capaz de ver el rostro de Dios. Entonces, amplió que “llegada la plenitud de los tiempos, Dios nos regaló una manera nueva de verlo”, al encarnarse en el seno de la Virgen y nacer en Belén.
“Si pensamos en cada uno de nosotros desde lo que ocurría con el rostro de Moisés, nos preguntamos, ¿no habrá también un velo que oculta la presencia y la belleza del rostro de Dios en mí?”, cuestionó. Explicó que “Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios”, y “por lo tanto, debemos reflejar a Dios, parecernos a Él”.
En esa línea, dijo que cada vez que se peca con la falta de caridad, envidias, ambiciones, egoísmos, perezas, impurezas, “con todo eso velamos la imagen de Dios en nosotros”. En contraste, comparó que “nada de esto ocurre en la Santísima Virgen María. La imagen y semejanza de Dios manchadas por el pecado en Eva han sido restauradas en María. María sí es reflejo de Dios, en ella sí resplandece la imagen y semejanza de Dios”. De este modo, afirmó que ver a la Virgen, en cierto sentido, es ver a Jesús.
Como suma, destacó que “ese Dios tuvo un día carne de tu carne”. “¿Cuántas veces le hemos dicho a una madre ‘¡qué mucho se parece a ti tu hijo!’ o le hemos dicho a un hijo ‘tienes los ojos de tu mamá’”.
“Cada uno [de nosotros] le pedimos a la Virgen, ‘ayúdame a quitar los velos que ocultan la belleza de Dios en mí. Que así como al mirarte puedo ver la mirada de Jesús en ti, los que puedan mirarme, puedan ver a Jesús en mí”, resumió.
Amplió que la restauración de la imagen y semejanza de Dios en cada ser humano es posible gracias a que “Cristo nos ha redimido. Él rompió el velo que nos separaba de Dios”: el velo del pecado. “Ahora podemos ser semejantes a Dios, ahora podemos ver el rostro de Dios y con el Salmista, decimos ‘tu rostro buscaré, Señor’. Ahora podemos percibir su mirada”, exclamó.
Citó que la lectura del Evangelio habla de esa mirada de Dios, cuando “Jesús se le quedó mirando a Pedro y esa mirada cambió su vida”.
“Cuántas veces el Señor nos ha mirado y tal vez no nos hemos dado cuenta o peor aún, hemos huido de su mirada como Adán y Eva en el paraíso”, preguntó. Explicó, por ejemplo, que las personas casadas descubren la mirada de Dios “a través de esa mirada enamorada de su cónyuge”. Por eso sentimos ahora esa imagen del Perpetuo Socorro que nos mira”, dijo.
“Mírame, Señor, y dime quien soy”, añadió, pues “solo Él conoce lo que hay en el corazón humano”.
“Pidamos a Jesús que nos mire como miró en aquel encuentro a Pedro. Que nos dé su gracia para poder ser lo que Él quiere que seamos. Sabemos que al mirarla a Ella, miramos a Jesús en su mirada y miramos a Jesús que en sus brazos está”, concluyó.











(Fotos: Rafy Colón)





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