Solemnidad de Todos los Santos y Día de los Fieles Difuntos


"...hasta que el Señor venga revestido de majestad y acompañado de sus ángeles (cf. Mt 25, 31) y, destruida la muerte, le sean sometidas todas las cosas (cf. 1 Co 15, 26-27), de sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; otros, finalmente, gozan de la gloria, contemplando «claramente a Dios mismo, Uno y Trino, tal como es» (Conc. Florencia, Decretum pro Graecis); mas todos, en forma y grado diverso, vivimos unidos en una misma caridad para con Dios y para con el prójimo y cantamos idéntico himno de gloria a nuestro Dios. Pues todos los que son de Cristo por poseer su Espíritu, constituyen una misma Iglesia y mutuamente se unen en El (cf. Ef 4, 16). La unión de los viadores con los hermanos que se durmieron en la paz de Cristo, de ninguna manera se interrumpe, antes bien, según la constante fe de la Iglesia, se robustece con la comunicación de bienes espirituales." (LG 49)



Al comienzo del mes de noviembre, la Iglesia nos recuerda que nuestra patria es el Cielo y pone de relieve la verdad de fe de la "comunión de los santos" con la solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre)  y el día de los fieles difuntos (2 de noviembre. 

En la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia, peregrina en la Tierra, celebra la memoria de aquellos que nos estimulan con su ejemplo, nos ayudan con su intercesión y mantienen nuestra esperanza de participar con ellos de su misma vida en Cristo (de la monición de entrada a la solemnidad recogida en el Libro de la Sede). El siguiente día, recuerda e intercede ante el Señor por cuantos nos precedieron en la fe y duermen en la esperanza de la resurrección. 



Este año, hemos celebrado a Todos los Santos en la Parroquia la Asunción de Larrión, Navarra. Es esta comunidad la que, desde comienzos del mes de octubre, nos ha acogido para la actividad pastoral. La misa fue presidida por el Padre Eduardo y los seminaristas servimos de acolitos y lectores. Finalizada la celebración eucarística, salimos en procesión hacia el cementerio donde se rezó el responso por los fieles difuntos.



El sábado, Día de los fieles difuntos, visitamos el Monasterio benedictino de Leyre. Allí, participamos de la solemne celebración eucaristica. El silencio y el canto gregoriano entonado por los monjes ayudaron a vivir con mayor profundidad el Misterio de nuestra Fe. Luego de misa, comimos y salimos a dar un paseo por el Camino de San Virila en la sierra de Leyre. A las 5:30p.m. pasamos a la Iglesia del Monasterio para escuchar el Requiem del compositor francés Maurice Duruflé (1902-1986) interpretado por los Runbysingers. Finalizado el concierto, participamos del rezo litúrgico de las Vísperas. Después, nos regresamos al seminario.










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