En la Villa del Capitán Correa, en la Casa de San Martín de Porres

El pasado mes de agosto hice mi experiencia pastoral en la Parroquia San Martín de Porres del pueblo de Arecibo, junto con el Padre Víctor Sánchez. Ciertamente el tiempo era poco, por lo que desde el primer día tenia la exigencia personal de presentar un testimonio alegre y seguro de quien busca hacer la Voluntad de Dios, en mi caso en el ministerio sacerdotal y desde aquí animar a los fieles en su camino y discernimiento vocacional. No obstante, tuve una integración inmediata con los diversos grupos apostólicos de la parroquia, entre ellos los monaguillos y jóvenes a los que particularmente dediqué charlas y encuentros.

Fue una experiencia multidireccional, en el sentido que a ellos buscaba entregar mis ánimos de servicio y ayuda, y a su vez, ellos me proponían los retos pastorales que Yo, con la gracia de Nuestro Señor, futuro presbítero, debo hacer frente. De manera que fue un enriquecimiento mutuo. Los parroquianos son gente buena, de mucha fe y piedad que se veía patentizada en su asistencia a la Santa Misa diaria y a los días de exposición del Santísimo Sacramento, en la asistencia espiritual y material a ancianos y enfermos en sus casas o en el hospital, en un fuerte sentido de compromiso a las actividades y necesidades de la parroquia con una pastoral tan amplia como hasta la de un grupo llamado las Viudas de Sarepta; en fin, esto por ilustrar un poco.


Regreso a Pamplona con ánimo y espíritu renovado, con esperanzas y con la gran responsabilidad de seguir formándome bien. Con mucho contento y realismo. Agradezco profundamente a Dios por la oportunidad de compartir con esta comunidad. y a ellos, las extiendo, igualmente, junto con mis oraciones.

Giovanni Díaz Jiménez

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