Vence al mal sólo la Misericordia

En la canonización de Juan Pablo II, el grande, y del papa bueno, Juan XXIII, queremos compartir recursos digitales que ayuden a vivir el acontecimiento. La mejor Pascua 2014 es la vida de los santos que atestiguan hoy que Cristo vive.


No tengáis miedo!   Abrid de par en par las puertas a Cristo.   A su poder salvador se abren las fronteras de los Estados, de los sistemas económicos y políticos, los vastos campos de la cultura, la civilización y el desarrollo ¡ No tengáis miedo! Cristo sabe “lo que hay dentro del hombre” (cf. Jn 2, 25) ¡Sólo Él lo sabe!




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Videomensaje del Santo Padre
a los polacos con motivo de la Canonización del Beato Juan Pablo II
Viernes, 25 de abril de 2014

Queridos paisanos del Beato Juan Pablo II:

Ya está cerca la canonización de aquel gran hombre y gran Papa que ha pasado a la historia con el nombre de Juan Pablo II. Estoy feliz de haber sido llamado a proclamar su santidad, en el próximo Domingo de la Divina Misericordia, conclusión de la Octava de Pascua. Estoy agradecido a Juan Pablo II, como todos los miembros del Pueblo de Dios, por su incansable servicio, por su guía espiritual, por haber llevado a la Iglesia al tercer milenio de la fe y por su extraordinario ejemplo de santidad.

El Papa Benedicto XVI advirtió justamente, hace tres años, en el día de la beatificación de su Predecesor, que lo que Juan Pablo II pedía a todos, es decir, no tener miedo y abrir de par en par las puertas a Cristo, él mismo lo hizo primero: «Abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante –fuerza que le venía de Dios– una tendencia que podía parecer irreversible. Con su ejemplo de fe, de amor y de valentía apostólica, acompañada de una gran carga humana, este ejemplar hijo de la nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del evangelio. En una palabra: nos ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de la libertad» (Homilía, 1-V-2011). Me identifico plenamente con estas palabras del Papa Benedicto XVI.

Sabemos todos que, antes de recorrer los caminos del mundo, Karol Wojtyła creció al servicio de Cristo y de la Iglesia en su patria, Polonia. Allí se formó su corazón, corazón que luego se dilató hasta dimensiones universales, primero participando en el Concilio Vaticano II, y sobre todo desde el 16 de octubre del 1978, para que el él encontrasen sitio todas las naciones, lenguas y culturas. Juan Pablo II se hizo todo para todos.

Agradezco al pueblo polaco y e la Iglesia en Polonia el don de Juan Pablo II. Todos nos hemos enriquecido de ese don. Juan Pablo II continúa inspirándonos. Nos inspiran sus palabras, sus escritos, sus gestos, su estilo de servicio. Nos inspira su sufrimiento vivido con esperanza heroica. Nos inspira su total fiarse de Cristo, Redentor del hombre, y de la Madre de Dios.

Durante la reciente visita ad limina Apostolorum de los obispos polacos, subrayé que la Iglesia en Polonia continúa teniendo un gran potencial de fe, de oración, de caridad y de práctica cristiana. Puse también de relieve sus desafíos pastorales como la familia, los jóvenes, los pobres y las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Espero que la canonización de Juan Pablo II, y también de Juan XXIII, dé un nuevo impulso al diario y perseverante trabajo de la Iglesia en vuestra patria. Me alegro de que, si Dios quiere, dentro de dos años visitaré por primera vez vuestro país con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud.

Invito a todos a vivir profundamente la canonización del beato Juan Pablo II y del beato Juan XXIII. Algunos de vosotros vendréis a Roma, pero gracias a los medios de comunicación muchísimos podrán participar en este gran acontecimiento. Por eso, quiero ya hoy agradecer a todos los periodistas de prensa, radio y televisión por su servicio en la canonización del próximo domingo.

Saludo a todos los paisanos de Juan Pablo II, también a los que no pertenecen a la Iglesia católica. Os llevo a todos en mi corazón. ¡Que Dios os bendiga!

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